viernes, 7 de agosto de 2009

Nueva inquilina

En mayo de 2003 llegó un nuevo gobierno. Nos inculcó que quien había ganado algo en su vida, debía empezar a perderlo. Era dificultoso entender esto, pues ellos no eran seguidores de esa prédica. Pero como me enseñó mi madre de pequeña (cuando yo le recriminaba que sus actos no coincidían con sus dichos) "Nuestros mayores son una advertencia y no un ejemplo a seguir". Así es que debería haberlos escuchado (a los consejos de mi madre, no del nuevo gobierno).

Pasados tres meses de ardua restauración del departamento, llamé a un abogado, amigo de muchos años, que trabajaba en inmobiliaria, para que se encargara de ponerlo en alquiler. Es una persona muy seria, con una ayudante, igual de seria. Pusieron avisos varios en los diarios, mostraron el departamento, trabajaron perfectamente. Pasados otros tantos meses, me llamaron contentos porque habían encontrado a la persona indicada para ocupar (recalco: o-k-u-p-a-r) mi departamento."Es una mujer divorciada, con un nene de 10 años, traductora de inglés, muy trabajadora. Estudió en la UCA, hizo un master en UCLA, etc etc." me dijo el abogado. Todo indicaba que mi departamento no iba a volver a quedar ni deshabitado, ni en ruinas, por lo educado de la inquilina. .

Nos encontramos todos en el estudio de la inmobiliaria para firmar el contrato de alquiler. Era ya diciembre de 2005. Llegué a la cita emocionada. Estábamos el abogado, mi nueva inquilina (una mujer de unos 50 años no aceptados), acompañada de otra señora, a quien presentó como su garante y además, madrina de su hijo. ¿Qué podía ser más maravilloso? ¡Todo quedaba en familia! El abogado leyó el contrato con todos sus detalles. De ahí, fuimos al 5° piso para que un escribano certificara las firmas del contrato de locación. Nunca había hecho un contrato con tanta pompa. Por lo general, todos los anteriores los había celebrado en el living de la casa de mis padres, café mediante. El escribano certificó tanto la firma de mi nueva inquilina, como la de su garante. ¡Todo en orden entonces! Apretones de mano, besos, alharaca, algarabía. La garante tenía que irse rápido porque tenía que ir al dentista y mostró desde el comienzo su preocupación por no llegar tarde. ¡Cuánta responsabilidad!

No hay comentarios: